En este año en el que celebramos el Jubileo de la Esperanza, ¨La Esperanza no defrauda”, el papa león XIV ha publicado, recientemente, la carta apostólica: DISEÑAR NUEVOS MAPAS DE ESPERANZA, dedicada a la educación, con ocasión del LX aniversario de la declaración conciliar Gravissimum educationis, en la que, en palabras del papa León: “recordó a la Iglesia que la educación no es una actividad accesoria, sino que constituye el tejido mismo de la evangelización: es la forma concreta con la que el Evangelio se convierte en gesto educativo, relación, cultura.” Hace sesenta años, en este documento del Concilio Vaticano II, la Iglesia hacía hincapié en el derecho fundamental de todos los seres humanos a la educación: “Todos los hombres, de cualquier raza, condición y edad, en cuanto participantes de la dignidad de la persona, tienen el derecho inalienable de una educación, […] y, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos a fin de fomentar en la tierra la verdadera unidad y la paz. Mas la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las varias sociedades, de las que el hombre es miembro y de cuyas responsabilidades deberá tomar parte una vez llegado a la madurez.”
Y en 2025 el papa resalta la importancia de poner a la persona en el centro, para hacerla “descubrir el sentido de la vida, la dignidad inalienable, la responsabilidad hacia los demás. La educación no es solo transmisión de contenidos, sino aprendizaje de virtudes.”
El papa analiza la educación desde muchos aspectos, puesto que como hemos visto nos permite “descubrir el sentido de la vida”, por eso toca aspectos como el cuidado de la creación: “Olvidar nuestra humanidad común ha generado fracturas y violencia; y cuando la tierra sufre, los pobres sufren más. La educación católica no puede callar: debe unir la justicia social y la justicia ambiental, promover la sobriedad y los estilos de vida sostenibles, formar conciencias capaces de elegir no solo lo conveniente, sino lo justo.”
Tampoco olvida las nuevas tecnologías, lo que él llama “navegar por nuevos espacios” y nos recuerda, por ejemplo, que: “La inteligencia artificial y los entornos digitales deben orientarse a la protección de la dignidad, la justicia y el trabajo; deben regirse por criterios de ética pública y participación; deben ir acompañados de una reflexión teológica y filosófica a la altura.”
Y vuelve a recordarnos la importancia de la paz, una de las prioridades de León XIV desde el inicio de su papado y que está relacionada directamente con una educación, por lo que resalta la trascendencia de: “educamos en lenguajes no violentos, en la reconciliación, en puentes y no en muros; «Bienaventurados los pacificadores» (Mt 5,9) se convierte en método y contenido del aprendizaje.”
Una carta para leer y meditar dirigida a los padres, los maestros, los catequistas, los sacerdotes, los abuelos y, por extensión, a todos los seres humanos, sean o no cristianos, porque la educación es un proceso que no termina y, por eso, en cualquier momento de nuestra vida podemos ser educadores o educandos. Como termina diciendo el papa: “para que todos nos encaminemos: “hacia la verdad que libera (cf. Jn 8, 32), hacia la fraternidad que consolida la justicia (cf. Mt 23, 8), hacia la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5)”
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