El profeta Amós
Sentencias del Señor sobre Judá y sobre Israel
Am 2,4-16
Así dice el Señor: «A Judá, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque rechazaron la ley del Señor y no observaron sus mandamientos; sus mentiras los extraviaron, las que veneraban sus padres; enviaré fuego a Judá, que devorará los palacios de Jerusalén.»
Así dice el Señor: «A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente. Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios.
Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz.
Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo. Nombré profetas a hijos vuestros, nazireos a jóvenes vuestros: ¿no es cierto, israelitas? -oráculo del Señor-.
Pero vosotros emborrachabais a los nazireos, y a los profetas les prohibíais profetizar. Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día.» Oráculo del Señor.
Visiones proféticas de desastres
Am 7,1-17
Esto me mostró el Señor: Preparaba langosta cuando comienza a crecer la hierba, la hierba que brota después de la segazón del rey. Y, cuando estaba devorando toda la hierba de la tierra, dije:
«Señor, perdona. ¿Cómo resistirá Jacob, pues es tan pequeño?»
Se compadeció el Señor por mi intercesión:
«No sucederá», dijo el Señor.
Esto me mostró el Señor: Llamaba para el juicio al fuego, que devoraba el océano y el campo. Yo dije:
«Perdona, Señor. ¿Cómo resistirá Jacob, pues es tan pequeño?»
Se compadeció el Señor por mi intercesión:
«No sucederá», dijo el Señor.
Esto me mostró el Señor: Estaba el Señor en pie junto al muro, con una plomada en la mano. Me dijo el Señor:
«¿Qué ves, Amós?»
Respondí:
«Una plomada.»
Dijo él:
«Echaré la plomada en medio de mi pueblo; esta vez no dejará de suceder. Quedarán desoladas las alturas de Isaac, los santuarios de Israel se arruinarán, me levantaré con la espada contra la dinastía de Jeroboam.»
Entonces Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel:
«Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra ya no puede soportar sus palabras. Porque así predica Amós: "Morirá a espada Jeroboam. Israel saldrá de su país al destierro."»
Dijo Amasías a Amós:
«Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país.»
Respondió Amós:
«No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel."
Y, ahora, escucha la palabra del Señor:
Tú dices: "No profetices contra la casa de Israel, no prediques contra la casa de Isaac." Pues bien, así dice el Señor: "Tu mujer será deshonrada en la ciudad, tus hijos e hijas caerán a espada; tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en tierra pagana, Israel saldrá de su país al destierro."»
La salvación de los justos
Am 9,1-15
Vi al Señor en pie, junto al altar, que decía:
«Golpea los capiteles, y trepidarán los umbrales. Arrancaré a todos los capitanes y daré muerte a espada a su séquito; no escapará ni un fugitivo, no se salvará ni un evadido. Aunque perforen hasta el abismo, de allí los sacará mi mano; aunque escalen el cielo, de allí los derribaré; aunque se escondan en la cima del Carmelo, allí los descubriré y agarraré; aunque se me oculten en lo hondo del mar, allá enviaré la serpiente que los muerda; aunque vayan cautivos delante del enemigo, allá enviará la espada que los mate. Clavaré en ellos mis ojos para mal, no para bien.»
El Señor de los ejércitos, que al tocar la tierra la zarandea, en un flujo y reflujo como el del Nilo, y hacen duelo sus habitantes; que construye en el cielo su escalinata y cimenta su bóveda sobre la tierra; que convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra; se llama El Señor.
«¿No sois para mí como etíopes, israelitas? -oráculo del Señor-. Si saqué a Israel de Egipto, saqué a los filisteos de Creta y a los sirios de Quir. Mirad, el Señor clava los ojos sobre el reino pecador y lo extirparé de la superficie de la tierra, aunque no aniquilaré a la casa de Jacob -oráculo del Señor-. Mirad, daré órdenes de zarandear a Israel entre las naciones, como se zarandea una criba sin que caiga un grano a tierra. Pero morirán a espada todos los pecadores de mi pueblo; los que dicen: "No llega, no nos alcanza la desgracia."
Aquel día, levantaré la tienda caída de David, taparé sus brechas, levantaré sus ruinas como en otros tiempos. Para que posean las primicias de Edom, y de todas las naciones, donde se invocó mi nombre. -Oráculo del Señor-.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que el que ara sigue de cerca al segador; el que pisa las uvas, al sembrador; los montes manarán vino, y fluirán los collados. Hará volver los cautivos de Israel, edificarán ciudades destruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán de su vino, cultivarán huertos y comerán de sus frutos. Los plantaré en su campo, y no serán arrancados del campo que yo les di, dice el Señor, tu Dios.»