Colosenses
Presencia de Cristo en la creación y en la redención (1, 15-20)
15Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de todo lo creado.
16Dios ha creado en él todas las cosas: todo lo que existe en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible, sean tronos, dominaciones, principados o potestades, todo lo ha creado Dios por Cristo y para Cristo.
17Cristo existía antes que hubiera cosa alguna, y todo tiene en él su consistencia.
18Él es también la cabeza del cuerpo que es la Iglesia; en él comienza todo; él es el primogénito de los que han de resucitar, teniendo así la primacía de todas las cosas.
19Dios, en efecto, tuvo a bien hacer habitar en Cristo la plenitud
20y por medio de él reconciliar consigo todos los seres: los que están en la tierra y los que están en el cielo, realizando así la paz mediante la muerte de Cristo en la cruz.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: pobreza y riqueza
La fe en Jesucristo permite una comprensión correcta del desarrollo social, en el contexto de un humanismo integral y solidario. Para ello resulta muy útil la contribución de la reflexión teológica ofrecida por el Magisterio social: « La fe en Cristo redentor, mientras ilumina interiormente la naturaleza del desarrollo, guía también en la tarea de colaboración. En la carta de san Pablo a los Colosenses leemos que Cristo es "el primogénito de toda la creación" y que "todo fue creado por él y para él" (1,15-16). En efecto, "todo tiene en él su consistencia" porque "Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud y reconciliar por él y para él todas la cosas" (ibíd., 1,20). En este plan divino, que comienza desde la eternidad en Cristo, "Imagen" perfecta del Padre, y culmina en él, "Primogénito de entre los muertos" (ibíd., 1,15.18), se inserta nuestra historia, marcada por nuestro esfuerzo personal y colectivo por elevar la condición humana, vencer los obstáculos que surgen siempre en nuestro camino, disponiéndonos así a participar en la plenitud que "reside en el Señor" y que él comunica "a su cuerpo, la Iglesia" (ibíd., 1,18; cf. Ef 1,22-23), mientras el pecado, que siempre nos acecha y compromete nuestras realizaciones humanas, es vencido y rescatado por la "reconciliación" obrada por Cristo (cf. Col 1,20) » (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 327).
Nuevas criaturas (3, 5-17)
5Destruid lo que hay de mundano en vosotros: la lujuria, la impureza, las pasiones desenfrenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una especie de idolatría.
6Esto es lo que enciende la ira de Dios sobre quienes se niegan a obedecerlo;
7es también lo que en otro tiempo constituyó vuestra norma de conducta y de vida.
8Ahora, en cambio, es preciso que renunciéis a todo eso: a la ira, al rencor, a la malquerencia, la calumnia y la grosería.
9No andéis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja y pecadora condición humana
10y convertíos en nuevas criaturas que van renovándose sin cesar a imagen de su Creador, en busca de un conocimiento cada vez más profundo.
11Ya no hay fronteras de raza, religión, cultura o condición social, sino que Cristo es todo en todos.
12Sois elegidos de Dios; él os ha consagrado y os ha otorgado su amor. Sed, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos.
13Soportaos mutuamente y, así como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros, cuando alguno tenga quejas contra otro.
14Y, por encima de todo, practicad el amor que todo lo vuelve perfecto.
15Que la paz de Cristo reine en vuestras vidas; a ella os ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sed agradecidos.
16Que el mensaje de Cristo os llene con toda su riqueza y sabiduría para que seáis maestros y consejeros los unos de los otros, cantando a Dios salmos, himnos y canciones inspiradas con un corazón profundamente agradecido.
17En fin, cuanto hagáis o digáis, hacedlo todo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: construir la « civilización del amor »
La finalidad inmediata de la doctrina social es la de proponer los principios y valores que pueden afianzar una sociedad digna del hombre. Entre estos principios, el de la solidaridad en cierta medida comprende todos los demás: éste constituye « uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización social y política ».
Este principio está iluminado por el primado de la caridad « que es signo distintivo de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35) ». Jesús « nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor » (cf. Mt 22,40; Jn 15,12; Col 3,14; St 2,8). El comportamiento de la persona es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado al amor. Esta verdad vale también en el ámbito social: es necesario que los cristianos sean testigos profundamente convencidos y sepan mostrar, con sus vidas, que el amor es la única fuerza (cf. 1 Co 12,31-14,1) que puede conducir a la perfección personal y social y mover la historia hacia el bien (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 580).
Exhortaciones (4, 2-6)
2Entregaos a la oración con espíritu vigilante y corazón agradecido.
3Y rogad también a Dios por nosotros para que nos facilite la tarea de anunciar el plan de Dios realizado en Cristo, por el cual me encuentro ahora encarcelado,
4y que tengo que dar a conocer convenientemente.
5Portaos sabiamente con los no cristianos y aprovechad el momento presente.
6En vuestra conversación sed siempre amenos y simpáticos dando a cada uno la respuesta oportuna.
Clave de lectura a la luz de la doctrina social de la Iglesia: la esperanza cristiana
La esperanza cristiana confiere una fuerte determinación al compromiso en campo social, infundiendo confianza en la posibilidad de construir un mundo mejor, sabiendo bien que no puede existir un « paraíso perdurable aquí en la tierra ». Los cristianos, especialmente los fieles laicos, deben comportarse de tal modo que « la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social. Se manifiestan como hijos de la promesa en la medida en que, fuertes en la fe y en la esperanza, aprovechan el tiempo presente (cf. Ef 5,16; Col 4,5) y esperan con paciencia la gloria futura (cf. Rm 8,25). Pero no escondan esta esperanza en el interior de su alma, antes bien manifiéstenla, incluso a través de las estructuras de la vida secular, en una constante renovación y en un forcejeo con los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos (Ef 6,12) ». Las motivaciones religiosas de este compromiso pueden no ser compartidas, pero las convicciones morales que se derivan de ellas constituyen un punto de encuentro entre los cristianos y todos los hombres de buena voluntad (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 579).